A miles de kilómetros de distancia

 Ya ha terminado la Navidad, por lo que las próximas líneas van a ir dedicadas a aquellos que están separados de sus seres queridos por miles de kilómetros y que no han podido celebrar juntos estas fiestas. Siempre que nos sentamos a la mesa con la familia en Nochebuena o Nochevieja pienso en los que están fuera de casa por motivos de servicio, porque en una ocasión nos pasó a nosotros. Se hace cuesta arriba, especialmente con niños pequeños (en nuestro caso una niña de 15 meses). Estoy hablando del año 2011, cuando las comunicaciones no eran tan fluidas como hoy y el conectar con Afganistán era algo más complicado.Gracias a Dios, el teléfono sí funcionaba bien y podía llamarme para decirme que estaba bien. 

Durante esos días las conversaciones eran algo más difíciles para ambos. Se hacía aún más evidente su ausencia con la llegada de Papá Noel o los Reyes Magos, las campanadas y el primer beso del nuevo año. Pero aguantas con los dientes apretados y sonriendo para que no se te noten los momentos de tristeza. Así que cada Navidad es inevitable pensar en los que están viviendo esa situación y, cómo no, en los militares fallecidos en acto de servicio y sus familias rotas de dolor. Para ellas toda mi comprensión y respeto. 

En noviembre y diciembre pudimos ver a través de los medios de comunicación y, especialmente, de las redes sociales, la despedida en los aeropuertos de los que se marchaban de misión y las llegadas de los que volvían a casa. ¡Qué sensaciones tan distintas! El elemento común en ambas es el nerviosismo. Muchos de los que lean esto estarán de acuerdo conmigo y puede que se sientan identificados. La última despedida (de misión, se entiende) que viví fue un mes de julio. Base Aérea de Torrejón, una mañana calurosa y el lugar lleno de familiares que íbamos a despedir a nuestros seres queridos de aquella rotación. El calor era tan sofocante que recuerdo ver bebés en pañales para aguantar el bochorno en un sitio muy pequeño y sin aire acondicionado. A eso le sumamos el ruido de las voces de todos los que estábamos allí hacinados, conversando de todo y nada mientras ves pasar los minutos y piensas: "por favor, que acabe esto pronto". En mi caso también estaba pendiente de una amiga (de esas que la vida militar te pone por delante y que das gracias por haber conocido) que era su primera misión y estaba totalmente abrumada. Y, tras varias horas de espera, llegó el momento de la despedida: un último abrazo, un beso, un "cuídate mucho, por favor", un "dale muchos besos a la peque y dile todos los días lo mucho que la quiero". Un abrazo al marido de mi amiga y unas palabras en voz baja:"Por favor, cuídala". Y salir de allí las dos cogidas de la mano hacia nuestros coches. 

Cojo aire porque recordar esto me emociona todavía. 

Estuvimos paradas ante el coche un tiempo. Necesitábamos respirar y desahogarnos. Y allí estuvimos hasta que, al final, era inevitable marcharse a casa. Nos quedaban unas 5 horas hasta llegar y teníamos que conducir ambas y lo suficientemente concentradas para llegar sanas y salvas. Así que emprendimos el viaje de vuelta. Yo, delante; ella, detrás. De vez en cuando una llamada de control para ver cómo se encontraba. Una parada para tomar algo, aunque teníamos el estómago totalmente cerrado. Y, finalmente, llegamos a casa. Una anécdota que nunca se me olvidará (que puede ser que entendáis o no) me ocurrió cuando me bajaba del coche y llegaba a mi portal. Había un chico y una chica mirando los timbres y al verme llegar sonrieron y me preguntaron que de qué piso era. Se trataba de unos vendedores de seguros y querían subir conmigo. En ese momento me quité las gafas de sol, los miré fijamente y les espeté: "Mirad, hace 5 horas me he despedido de mi marido que va de camino a Irak y he conducido desde Madrid hasta aquí. No tengo ganas de ver a nadie ni de hablar." Me miraron con compasión, se hicieron a un lado, me preguntaron la puerta para no llamar a ella y me dejaron con mi mal humor. Cosa que les agradecí infinito. 

Después de esa primera noche me levanté tachando el primer día del calendario. Y a partir de ahí los días fueron pasando uno tras otro. Hay días buenos, otros no tanto, y días que te agobias y no puedes levantarte. Por favor, no penséis que buscamos dar pena. Sabemos perfectamente que esto va a pasar y que son 6 meses. Sólo pedimos comprensión, porque habrá días que no estemos para nadie, que nos cueste coger el teléfono, que nos sintamos solos. Quizá no necesitemos nada en concreto, sólo un "¿qué tal estás?". Porque a la separación hay que sumarle la preocupación constante, ya que en muchos casos el nivel de peligrosidad es alto. Son meses pendiente de las noticias, del teléfono...

 

Así que con estas experiencias vividas, imaginad qué se siente al ver las imágenes de los que se van. Sus caras y las de sus familiares lo dicen todo. Nervios, tristeza, incertidumbre. A los que leéis esto y estáis ahora mismo pasando por esa situación os mando un gran abrazo y os digo que os entiendo perfectamente. Siempre decimos que hay que ir tachando días en el calendario y os recomiendo que lo hagáis (sobre todo si tenéis niños). Y que no os sintáis culpables por tener días malos, porque los que se van lo pasan fatal por estar separados de sus familias durante tanto tiempo y trabajando 24/7 por nuestra seguridad, pero los que nos quedamos no lo pasamos bien. Debemos tirar del carro con fuerza. Y se puede, ¡claro que se puede!

 

 

Fotografías de la despedida de los miembros de la Brigada Extremadura XI el pasado mes de noviembre. Imágenes de Andrés Rodríguez para el Periódico de Extremadura  (Fuente: lacronicadebadajoz.elperiodicoextremadura.com)

Comentarios

Entradas populares